lunes, 18 de enero de 2010

"UNA HISTORIA BIEN PARECIDA" Vol. 1

Acababa de cerrar un pedido. Un hombre sonriente y feliz, al lado de su hija, me dio 5000 eur de paga y señal por un BMW 320i de dos puertas negro. En mi mente, al más puro estilo impresionista, le veía como si hubiera sacado de mi costado una espada samurai, deslizándola sin escrúpulos a toda velocidad rozando su cuello, lo justo para verlo desangrarse delante de mí y de su hija. Estaba sangrando pasta, pero era feliz. Imagino que todos hemos sido ese señor en alguna ocasión, presa de algún otro vendedor de ilusiones. Sin excusas ni remordimientos.

Después de despedirlo, concentrándome profundamente para recordar su nombre, me di la vuelta, respiré hondo, y acudí al teléfono móvil. Tras las llamadas que iba a hacer, se escondía el éxito del fin de semana. Cuadraba en aquel instante, el viernes a las 17h, todo lo relativo a la organización intensiva de las próximas 50h. Agenda que terminaba en la discoteca “Amena”, cerca de las 19h del domingo, con la siempre divertida “Fiesta de los Mensajes”. Pero… ¡Había tanto que poner en orden antes!

Llamo a Esteban y a un par de amigos más. En función de cuantos éramos, le pedía una u otra ración de medicinas al tesorero de sensaciones químicas en quien confiaba. Se trataba de un chico de raza gitana, con buen corazón, y he de decir que muy atractivo. Le vendí un Seat en su momento, y estaba muy contento con su coche. Era de mi estatura, piel morena, y cabello rizado. Sus ojos negros fueron paridos para perderte en ellos. Su fibrada espalda, lugar sobre el que recaían muchas responsabilidades consecuentes de su entorno, parecía siempre dispuesta a que recayera sobre ella alguna más. Y sus manos. Ay, sus manos. Fuertes como el acero que se usa para construir barcos, lo suficientemente ásperas para mostrar el duro trabajo en el gym, pero tan tiernas y sencillas que confíarías tu alma a ellas sin pensártelo. En fin, que tenía un camello guapo.

Aquel día no le pedí demasiada carga. Quería tener una noche presidida por la E, con algo de C por si la cosa se ponía bien después de las 5 de la mañana.

Terminè de rellenar el pedido y saludé a la salida al agente de seguridad nocturno. Tenía a mis amigos perfectamente dispuestos a acompañarme durante la noche, un par de llamadas perdidas de chicos del finde anterior, que querían repetir, mi sesión de spa y barros a las 12h del domingo, y justo me había llegado un sms con la hora y las coordenadas del restaurante donde cenaría esa noche. Estaban todos dispuestos a lo que fuera por compartir su tiempo conmigo, y tenía a mi disposición y perfectamente sincronizadas para mi satisfacción y placer todas las variables oportunas.

Me retiré con sumo cuidado la americana de lana fría, lisa y de color gris oscuro, y la coloqué en el asiento trasero del Maserati 3200 GT que conducía por aquella época. Subí a la “Maquina” muy despacio. Me gustaba sentir el crujido de la piel embutiendo aquel asiento deportivo artesanal, el olor a bolso nuevo de Louis Vuitton, y la firmeza con la que aquel coche me agarraba de los riñones. Casi con tanta firmeza como aquel niñato que se arrodilló ante mi ese mismo día, en un restaurante de la zona alta, después de comer.

Arranqué mi Gran Turismo y me dispuse a atravesar Barcelona. Aquella travesía hacia mi apartamento en la playa me resultaba tremendamente sencilla y agradable de surcar. Normalmente la gente vuelve a casa del trabajo muy rayada, pero no era mi caso. Yo me ensimismaba dejando que la ciudad embriagara mis sentidos desde la belleza, modernidad, y policromía de sus calles y sus gentes. Era verano, y os podéis imaginar lo que era bajar la diagonal, a 40 por hora, pegado a la acera de l’Illa, viendo niñatos desfilar con sus peinados imposibles y sus mochilas y ropitas insultantemente caras. Os aseguro que yo daba gracias por existir y que la vida me permitiera ponerme ante tal escaparate. A medio camino, se encontraba la estación de tren, y tenías unos segundos para comprobar si había llegado alguna excursión de Holanda, o Alemania, con la garantía de buenas reses que te proporcionaban aquellos convois. Pero “Hoy son franceses” me dije, y aceleré dejando atrás un rugido hipnótico.

2 comentarios:

  1. Mi alma no entiendo nada.este articulo tuyo es real o ficticio?.Hablas como un autentico sarcasmo.Eres tú, mi alma el del texto?????.Si lo eres que pobre de alma me pareces.Eah... l niño pijo de los hombre "G".

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  2. Una persona no puede ser sarcasmo!!!
    Para empezar... jijiji.
    Me gustan los Hombres G, pero no creo ser pijo.
    Y explica lo del "ser pobre de alma" o tendré que borrar este comentario por incongruente y poco sostenido.

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