miércoles, 30 de diciembre de 2009

INTERPRETANDO LA NAVIDAD

Felices fiestas, y buen 2010.

Son las dos grandes frases, slogan social, de la navidad.

La verdad es que es una lástima que muchísimos de nosotros no sepamos ni si quiera qué se celebra en estas fechas. Apuntamos como autómatas los días de fiesta, los lugares donde tenemos que estar como relojes para “cumplir” con la pareja y la familia, y los numerosos regalos que hemos de hacer para no ir contracorriente de una tendencia muy lucrativa para el comercio en general.

Llega el día, has de ir a aquella casa donde se congregan tus “seres queridos” (unos más y otros menos), y comienzas a sentir una presión en el estómago que sube por el pecho. Te preguntas: “Les gustará el vino que llevo, habré acertado con los regalos, estará mi cuñado tan pesado con el futbol como siempre”. Y es que se pasa mal en esos momentos previos a la llegada con la familia.

Aterrizas en casa de la abuela, y no sabes qué hacer. Tu sitio de siempre está ocupado por el nuevo novio de tu hermana, la tele está a todo volumen, aunque nadie la escucha, y huele a comida como si se fuera a acabar el mundo. Te sientas como puedes, tratas de ayudar y poner orden, pero es inútil. Y ahí llegan!!! Los langostinos. Ves como cual fieras hambrientas se abalanzan hacia la bandeja, e incluso notas un pinchazo en la mano cuando la acercas para coger una triste gamba. De la manera más desapercibida, consigues una, y la colocas en el plato. Recoges un poco de mayonesa, y te preparas a comerla con cuchillo y tenedor. Y ahí llega… el comentario de todos los años… Ese familiar que tan cariñosamente te reprocha no coger las gambas con las manos… Y tú te preguntas: “¿Cómo puede ser que todo sea igual?”.

5 de la tarde, estás como un Zepelín, no puedes ni moverte, y a tu madre se le ocurre que hay que cantar villancicos. Con toda la autocontención del mundo, antes de enviarlo todo a la mierda, y ser “el que dio la nota en 2009”, tratas de que alguien comienze y tu tatarear… Sin éxito, como siempre. Y acabas, jodido, con la panza como un Zepelín, a punto de pegarle un puñetazo a tu cuñado, que sabe tanto de vinos, como de futbol y coches, cantando villancicos, y obligado a ser feliz… JAJAJA.

Básicamente, y adecuando todo a cada situación personal… las navidades son así. Y cuantos más críos tengas, peor.

Pero no podemos dejar de percibir este embrollo al que nos sometemos cada año como una oportunidad única de interactuar con la familia. Con los seres que, en el fondo, quieres a rabiar. Trata de analizar cuantas veces les verías, si no fuera por esta costumbre. Es genial que nos hayamos autoimpuesto unas fechas señaladas para tocar, sentir, y mirar a los ojos a los tuyos, y hacerles sentir que estás ahí para ellos, incondicionalmente.

Porque cuando se quiere, se quiere. La familia es la única que no te dejará tirada nunca. Y con sus más y sus menos, todos somos seres humanos, que necesitamos sentirnos queridos.

Feliz navidad. Amaos unos a otros, porque en el preludio de la muerte, sólo recordaréis eso…


   LO MUCHO QUE HABÉIS AMADO.